La globalización educativa empezó abrirse paso en el sistema colombiano. Dentro de muy poco, la educación superior reducirá el tiempo de estudios a cuatro y tres años, en atención a las siguientes razones:

Por un lado, nada justifica la permanencia en la universidad durante seis y siete años –en algunos casos- o durante cinco o cuatro –en otros-, habida cuenta de que la cantidad de áreas del conocimiento que el estudiante cursa le impide alcanzar los niveles de profundidad y dominio científico o técnico que las demandas productivas exigen.

Por otro lado, el título de pregrado es sólo uno de los requisitos que el sector productivo solicita. A éste hay que sumarle los tres o más años de experiencia laboral, que hoy pueden ser homologados con un título de posgrado, del orden de especialización o maestría. Además, la tesis de grado también tendrá su funeral. Los futuros profesionales realizarán internados para prácticas específicas en el área de mejor desempeño, según decisión de la universidad, motivada por las calificaciones obtenidas a lo largo de la carrera. La vocación, las aptitudes y el gusto personal, no tienen cabida. Si el estudiante anhela desempeñarse en un área de su predilección, deberá esforzarse para que la medida cuantitativa de su conocimiento, se lo garantice. Así mismo, ya no basta con el aprendizaje obligatorio del idioma inglés. Ahora, se impone la adquisición de competencias en una lengua extranjera opcional, pero que facilite la investigación del estudiante en el área de conocimiento de su dominio. Desde luego que la aculturación lingüística es otra forma de penetración y astillamiento de la cultura. Seguramente los idiomas orientales estarían en primer orden, si tenemos en cuenta el potencial económico de estas naciones.

 

Sin embargo, y a pesar de las lecturas bondadosas que podrían hacerse del cambio que se avecina, hay dos aspectos iniciales que considerar: inicialmente nos asalta la incertidumbre del regreso de las universidades llamadas de garaje, para ofrecer los estudios de posgrado. De otra parte, el crecimiento financiero de las universidades a costa de los pocos estudiantes que podrán satisfacer las exigencias del mercado laboral; en cuyo caso, se acentuará y desbordará el desempleo de profesionales, en ciudades con escasa estructura empresarial; sin contar con la pauperización de la mano de obra calificada que seguirá adornando el centro histórico, y haciendo imposible el tráfico en el parque de Bolívar.

 

Sólo nos queda recordar-frente al pelotón de la hambruna—el día que el abuelo nos llevó a conocer por primera vez el hielo.